lunes, 25 de junio de 2012

El Pacto

Conste en acta antes que nada que este texto no es mío. Lo he encontrado rebuscando en mi Facebook cosas antiguas y he decidido compartirlo con vosotros (como ya en su día indiqué que este blog no iba a ser exclusivo de mis creaciones enfermizas). Ignoro el autor, de dónde lo saqué e incluso el título original (creo que era el que indico en el título del post). Lo mismo da, pero si algún lector lo supiera, por favor, le pido que me lo indique en un comentario.


Con todos ustedes la reapertura de este blog tanto tiempo parado. Con todos ustedes "El Pacto".


Exhaustos, nos sentamos en las escaleras mientras que nos arreglamos las ropas. Se recuesta en mi hombro, acariciándome la mano. 

- Cumpliste con el pacto, creo que yo también he cumplido. 

- Tan bueno como siempre, muchas gracias- le respondo. 

- No me des las gracias, sabes que me molesta. Esto si no es de los dos, es que no es de ninguno. 

Nuestra respiración se va normalizando a medida que pasan los minutos, en la semioscuridad de la vieja pensión, nuestros dedos entrelazados mientras que con su otra mano recorre el dorso de la mía, allá donde escribió su contrato. Yo le doy besos en la nuca, que le hacen sentir ligeros escalofríos que sé que le encantan. 

No hablamos apenas. Nos levantamos y nos despedimos, un beso corto y luego otro más largo, no queremos separarnos. 

- No ha sido un error. 

- Ya me lo dirás mañana- le respondo taciturno, a la par que sorprendido por ser tan transparente para ella. 

- Te lo digo hoy que es lo que puedo decir. No sé siquiera si llegare a ver la luz de un nuevo día así que, hasta nueva noticia, que sepas que te quiero. 

- Sabes que yo también te quiero. 

"Porque lo sabes, ¿verdad?" es la frase que muere antes de llegar a mis labios. Tus ojos me responden, me siento de nuevo culpable. Más dolor y más lágrimas nos esperan a la vuelta de la esquina. Ya te hice mucho daño, ya te herí en lo más hondo y te abandoné con tu dolor cuando más falta tenías de mi amor. 

- No tiene porqué ser así y lo sabes. El tiempo pasa, la gente cambia… 

Ella misma trata de creérselo mientras lo dice, pero los dos sabemos que no es verdad. Que la gran ciudad volverá, con sus distancias, lo mismo que los estudios y las vidas anteriores a esta escapada al pie del mar. Y el hastío y la monotonía, con un amor mantenido vivo artificialmente, hecho de recuerdos sin futuro. Mi demonio vuelve a asomar la cabeza, sentado en mi corazoncito. No se ríe ni me hace muecas. Sólo me mira, como miran quienes están de vuelta de todo y no necesitan explicar nada. Sólo observan los acontecimientos para confirmar que lo que ellos predijeron fue verdad. 

Otro beso, delicado, dulce. Mi habitación me espera, tres horas para que salga el autobús. Podríamos ver el amanecer juntos, pero una mirada al ventanuco que hay en el siguiente rellano me indica que hemos invertido ese momento en otra práctica distinta. 

- ¿Una duchita y desayunamos juntos?- me propone. 

- ¿Una duchita juntos?- es mi respuesta. 

- Sabes que me gustaría… 

- Pues si es que no, entonces me voy a la cama. 

- ¿Y si te invito a ese pan con tomate y jamoncito tan rico de la taberna de abajo?- me pregunta guiñándome un ojo, conocedora de mis debilidades. 

- Que bonito, en pleno siglo XXI y tú conquistando a un hombre por su estómago- digo bromeando. 

- Bueno, apelaría a otros instintos pero ya los has saciado, o eso espero al menos. Y la existencia de otras partes más desarrolladas de tu cerebro es algo que está por demostrar. Además te invito yo a ti, eso es muy de mujer progre e independiente. 

- Sea, el machismo ha muerto. En media hora abajo. 

- Dame otro beso. 

- Que será el último, por cierto. 

- Déjame que lo dude. 

- Entonces nos verán. 

- Pues que cierren los ojos. 

El día se acaba, o quizás es que comienza, no lo sé, la verdad. Y mientras el agua caliente resbala sobre mis cansados músculos, trato de no pensar, de sólo atesorar este recuerdo en mi pequeña cajita de momentos, la que me acompaña desde siempre y que es aquella que me salva la mayor parte de las veces del horror de mi vida, tantas veces perdida y sin sentido. 

Quién sabe, puede que esta vez sí sea diferente. Puede que esta vez te equivoques, mi pequeño demonio.

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