viernes, 6 de mayo de 2011

Autopista al infierno

I'm on the highway to Hell! On the highway to Hell!
Highway to Hell! I'm on the highway to Hell!
- ¡Quita eso! ¡No me tortures más con esa música!

There is a house in New Orleans. They call the Rising Sun.
And it's been the ruin of many a poor boy. And God I know I'm one...
- Cuando digo que la quites es para que la pares, no para que pongas la siguiente canción del disco...
- ¿Pero qué te pasa?
- Llevamos todo el día en el coche, hace calor, me duele la cabeza, y eso no es la mejor combinación para escuchar rock hijo mío...
- Está bien, lo paro. En el siguiente pueblo paramos y buscamos un hostal.
- ¿Estás loco? Estamos en medio de ninguna parte. Sigamos hasta Las Vegas.
- ¿Pero no dices que estás cansada? Yo también lo estoy, todo el día conduciendo, encima se hace de noche ¿me quieres dar el relevo?
- Hhhhhhhmmmm....
- Entonces paramos ¿no?
- Paramos... según el mapa el siguiente pueblo queda cerca, hay un lago parece, aunque en medio de este desierto me imagino más una charca embarrada.
- Pues vamos a la charca y buscamos una tasca de película americana donde tomarnos unas copas.
- Mmmm...
- ¿En qué piensas?
- ¿Acaso piensas que vas a ligarte a una camarera?
- ¿?
- La verdad es que no me preocupa eso, llevas todo el día con una chica en shorts y bikini pendiente de todos tus movimientos... Pero claro, como estás tan enamorado de esta chatarra...
- ¡Eh! ¡No digas esas cosas! Esta "chatarra" es un Chevrolet Impala del 67...
- ... que es el coche de Dean y Sam Winchester, de Sobrenatural. Sí, lo se, eres un friki.
- Y tú estás celosa de un montón de chatarra.
- Se de alguien que esta noche se queda sin fiesta...
- Eh...
- Ah, ah. ¿Por qué no duermes en tu precioso Impala mientras yo me voy al bar? Puede que encuentre algún chicarrón del desierto que no tenga un coche tan chatarroso y...
- Está bien, tú ganas. Dejaré de hablar del coche y te echaré más cuenta a ti cuando no estemos en carretera.
- Si es que al final todos sois igual de simples... Mira, allí está la salida hacia el pueblo.


En el cruce giraron a la izquierda. El pueblo estaba tranquilo. Algún viandate por allí, un par de personas charlando en el supermercado de al lado de la gasolinera, un viejo sentado en un banco... No se veía ningún hostal por ninguna parte, así que volvieron y le preguntaron al viejo del banco.

- Perdón señor, ¿sabe dónde podemos encontrar un motel en el pueblo?
- Tomad el camino a la vieja mina, al lado del lago. Está señalizado, no tiene pérdida.
- Gracias, hasta la vista.
- Esperad. Aunque es el único lugar cerca no se lo recomiendo.
- ¿Perdone?
- Han pasado cosas raras en ese lugar, hay rumores, habladirurías, se dicen cosas extrañas, y no del todo inciertas parece ser. Mejor que continúen su camino.
- Creo que nos arriesgaremos, pero gracias por el consejo.

- ¿Qué crees que quería decir el viejo con eso?
- Ni idea, pero no me asusta, ¿o es que tienes miedo de que le pase algo a tu precioso coche?
- Ñiñiñiñiñiñi...


Llegaron por fin al hostal. Aparcaron. Bajaron y fueron a pedir habitación. El motel no estaba mal, no era gran cosa, pero no parecía el lugar que se habían imaginado. No creía John que fuera a aparecerle un fantasma por la esquina del final del pasillo. Jane también alejó de su mente a ese asesino que le acechaba entre las sombras del baño de la habitación armado con un cuchillo de carnicero. Todo parecía tranquilo en ese apacible lugar.


Tras dejar las maletas salieron en busca de un lugar que demostrara que el pueblo tenía algo de vida. No les costó mucho, cerca del hotel se encontraba el bar donde parecía tener lugar toda la vida social del lugar. Ruido de platos, olor a parrilla, murmullo de conversaciones apagados por los gritos de los jugadores de billar, música reproducida por una vieja gramola, miradas acusadoras de "forasterismo"...

*    *    *



Ignoraron el ambiente y buscaron un lugar donde sentarse. Tras un par de minutos de ojear una grasienta carta, se les acercó una camarera vestida de un curioso color amarillo pollito. Les preguntó secamente que iban a tomar, y tras tomar nota se dio media vuelta de manera brusca. El ambiente, la verdad, estaba tornándose un poco extraño. Parecía que los forasteros no eran bien recibidos. Jane se comenzaba a preocupar un tanto, le daba mala espina, tenía la sensación de que alguien iba a provocarles, de que iban a intentar arrastrarles hasta una pelea.


John, por el contrario, estaba extrañamente tranquilo, hasta cómodo. Miró a su novia y le guiñó el ojo en un inequívoco gesto para decirle que todo estaba bajo control.


Continuaron tan normales. Mientras esperaban la comida, y cuando esta llegó, sacaron el mapa para ver qué camino tomar al día siguiente. Tenían que llegar a Las Vegas, pero tampoco quedaba demasiado lejos, incluso podrían desviarse si no se levantaban demasiado temprano. Planeando se olvidaron de la rareza del lugar que, ahora que se fijaban, aunque bullicioso, estaba medio vacío. De hecho, cada vez se hizo más patente el manto de silencio que se había extendido en el mugriento suelo de parqué. Los jugadores de billar, antes ruidosos, jugaban ahora en silencio, murmuraban entre ellos, y miraban a su mesa, en especial a John, con ojos burlescos.


Jane estaba cada vez más inquieta, y John cada vez más tranquilo, parecía disfrutar de las miradas jocosas. Jane sabía que su novio no iba a dejarse ofender por cualquier chorrada, era tranquilo, se tomaba las cosas con humor, incluso se imaginaba que si los paletos le desafiaban a una partida de billar, John se dejaría ganar para que quedaran satisfechos. Pero eso no le preocupaba, le preocupaba que si lanzaban el desafío ella no iba a callarse. Se conocía, y sabía que si le picaban su respuesta era morder a la yugular. Si estuviera en casa, en Nueva York, podría saltar a comerse a cualquiera, pero con estos paletos de la América profunda cualquier cosa era posible...

*    *    *

Tras acabar la cena y disponerse a salir se cumplieron las predicciones de Jane. Los jugadores desafiaron a John a una partida (a Jane claro que no ¿una mujer jugando al billar contra los chicarrones del pueblo? ¿en especial una forastera? ¿estamos locos o qué?).


"Tranquila cariño, voy a hacerles sufrir un poco, una partida de igual a igual, cuando salgamos serán hasta amigos nuestros" le dijo. La cosa es que no podrían jugar cuatro locales contra un forastero. Dos de ellos representarían a sus dos compañeros pero ¿y John? ¿Solo contra dos?


Tranquilamente el chico dijo que sólo jugaría si su novia hacía de pareja suya. En tono amigable, mientras le daba la mano a sus contrincantes a modo de saludo. No podrían negarse.


No se negaron.


Jane dejó que John llevara el peso. En caso contrario podría pulirse a los cuatro ella sola. Incluso le reprochó a su chico un par de veces que no les apretara más, cosa que él admitía, aunque sin perder la sonrisa. Estaba dominando la situación.


El final estaba escrito, claro. Ganaron los locales con holgura, pero sin comodidad. Tras unas risas y un par de cervezas cortesía de sus rivales, la pareja salió camino del motel.

*    *    *

Tras llegar a la esquina vieron a un hombre apoyado en una farola, mirando hacia ellos, claramente esperándoles. Reconocieron a uno de los no-jugadores que, tras la partida, había salido a la francesa, aunque no se notó su ausencia ni a la hora de pedir bebidas. Al llegar a su altura se dirigio a la pareja con voz sombría.


- No me gusta que forasteros se cachondeen de nosotros.
- ¿Perdón? - Dijo ella.
- ¿Crees que no he notado que os habéis dejao ganar? - Miró a John - ¿Es que tienes miedo de argo, pijo de ciudad?


Jane notó que se le encendían las mejillas, pero John la agarró fuerte de la mano. Miró al hombre a los ojos fijamente.


- Vosotros habéis lanzado el desafio, ¿queríais que os ganásemos? No tenemos intención de hacer enemigos. Hemos echado un buen rato. Mañana por la mañana estaré encantado de ofrecerte la revancha, sin historias, a ganar.
- No via esperá hasta mañana. Sus acompaño al moté, dejas allí a la chica, y hablamos como hombres.
- ¿Será machi...? - John le apretó la mano.
- Está bien, hablaremos como hombres, pero no como animales. Tal vez este pijo de ciudad pueda sorprenderte con un par de trucos.


Jane sabía que no era una bravuconada, John se había preparado en su día para entrar en la policía, aunque finalmente lo había dejado, y sabía desenvolverte perfectamente en una lucha urbana. Sin embargo algo la inquietaba, John nunca aceptaba un desafío así, no era un hombre al que le gustara pelearse. Había algo raro ahí... algo que no le gustaba...


Llegaron al motel, que no estaba muy lejos, aunque Jane se negó a entrar. Puso mil reparos, pero John la convenció tras decirle a ella y al hombre del pueblo que nada iba a pasar, que en media hora estaría en la habitación con ella. Ella entró, refunfuñante, y les perdió la pista.


John quedó a solas con el desafiante local. Aquello no era precisamente cómodo.

- Mira, no quiero tener que llegar a las manos contigo...
- No vamos a pelear pijo, vamos a resolverlo como hombres. Sígueme, vamos a mi carabana, está cerca, y allí me demostrarás qué tal anda tu ojo.
- ¿Qué sugieres?
- Tiro con escopeta, una bala, una pila de latas a 20 pasos, a oscuras. Si tiras mas que yo mañana sus invitaré a desayuná. Si gano yo, al amanecé sus largáis del pueblo.
- Me parece justo.


Llegaron a la carabana. En la parte trasera dispusieron dos pilas de diez latas de cerveza de lo más variopintas. El hombre cargó su escopeta con dos cartuchos. Primero tiró él.


Calleron 8 latas.


Fue entonces el turno de John.


Todas. Pleno. Había ganado.


El desafiante se volvió riéndose hacia el desafiado, dispuesto a darle la mano y a invitarle a un trago de whiskey. Había sido una competición justa, y él era un competidor nato. Sin embargo, lo único que vio fueron dos ojos con brillo maligno y la culata de su escopeta estampándose contra su frente con una fuerza atroz. No tuvo tiempo ni de gritar. Tan solo hubo oscuridad.

*    *    *

Cuando despertó, se encontró atado, en el patio, sobre un enorme plástico negro que guardaba a modo de toldo para los (escasos) días de lluvia.


Enfrente suya estaba el forastero. Había dispuesto en una mesa una buena muestra de cuchillos de su cocina, junto a una botella que él reconoció como el frasco de cloroformo que guardaba como acelerante para sus barbacoas.


La cosa pintaba mal.


- La próxima vez que quieras desafiar a un forastero... Ah no, perdón, que no habrá próxima, disculpa.


Quiso gritar, pero estaba amordazado. Apenas pudo resistirse a que el forastero le pusiera un pañuelo apestando a cloroformo en la boca y las narices. Iba a matarle, a amputarle, a despellejarle, a descuartizarle, a Dios sabe qué. El cansancio y el cloroformo, junto con el alcohol, hacían lentamente su efecto. La vista se le nublaba, dejaban sus músculos de responder... y volvió a quedar inconsciente.

*    *    *

2 horas después John volvió a la habitación. Jane estaba a punto de subirse por las paredes. Se había vestido para salir a buscarle, cuando el chico entró.

- ¿Dónde has estado?
- En la caravana del hombre ese, hemos estado pegando tiros a unas latas y tomándonos un whiskey.
- ¿No vendrás borracho no?
- En absoluto, no me he tomado más que una. Él, sin embargo, se ha bebido tres cuartos de botella. No creo que despierte en un largo rato.
- Más te vale que no me estés mintiendo...
- Jane.
- ¿Qué?
- ¿Sigues enfadada por lo del coche? ¿O tengo que demostrarte que no hay motivos para tener celos?
- Bueno, después del susto que me has dado, más te vale si no quieres que te tire a tí y a tu coche por un barranco que me demuestres que no hay motivos para estar celosa.
- Ven aquí...


Acababa la mañana cuando salieron del motel. Pagaron la cuenta, dejaron las maletas, y montaron en el Impala.


Un mes después desenterraron el cadáver de uno de los habituales del billar en el pueblo. Estaba descuartizado, ni los huesos estaban enteros siquiera. Nadie sabía qué habia pasado. No había huellas. Todo estaba en perfecto orden. Sin sangre, sin nada. Nadie lo había visto tras aquella noche en la que jugaron al billar con la pareja forastera. Nadie podía imaginar nada...


And I'm goin' down...
All the waaaaay! Whoa!
On the highway to Hell...

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